Adolfo Bioy Casares: En memoria de Paulina



   Relato absolutamente genial, de la primera a la última línea, tan perfecto que no puede sino despertar la más ardiente admiración de cualquiera que se dedique a imaginar ficciones, a engarzar fragmentos de historias para hacerlas verosímiles y legibles, es también un puro gozo para el lector que disfrutará de la posibilidad de acabar y volver al principio para degustar de nuevo, como de una maravillosa bebida o una canción absorbente, un texto esplendoroso que habla del amor y de los celos y de la pérdida y de lo sabido y lo añorado y del paso del tiempo como una cuchilla que todo lo corta. Relato que es cima de la literatura fantástica y un camino personal y único que no admite seguramente, sin riesgo de parecer estúpido o simplemente un vano copiador, el paso de un alumno (aunque en su mundo generador seguramente sí puede señalarse a autores como Kafka, Poe y Maupassant) ni de nadie que pueda continuar por este lado del develamiento de la realidad, es por sí solo tan importante y tan pleno que es para siempre referencia e hito, uno de eso logros de la literatura que no conocen más vía que la segura hacia la eternidad y también un relato enfrentable a lo rudamente realista, a lo cercadamente realista porque ofrece varias interpretaciones -como los mejores relatos fantásticos (recuerdo ahora esa magnífica novela de José Abad: El abrazo de las sombras) que sirven con la misma validez para el ansia del estudioso y para  la persistencia del defensor de una causa literaria.  

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