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Mostrando entradas de septiembre, 2014

Entrevista con Edmundo Paz Soldán en El País

Dice Edmundo Paz Soldán que le interesa la ciencia ficción como alegoría de la realidad. Aquí.

Julio Cortázar: Con legítimo orgullo

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   Relato dedicado por Cortázar a K. , lo cual nos hace pensar, indudablemente, en Kafka. Podría haberlo imaginado el autor checo, sin duda, ya que esa voz que habla en plural y cuestiona sin cuestionar y afirma sin afirmar y acepta sin aceptar está emparentada con algunas voces de las novelas y cuentos del inmortal praguense. El acatamiento a las órdenes impuestas, aunque crueles, a las leyes impuestas, aunque crueles, a las costumbres aceptadas en silencio, aunque crueles, nos remite a las historias kafkianas de esos personajes que siguen adelante aunque temen mucho y entienden poco, débiles y sometidos, alucinados y temerosos pero sin fuerzas apenas para dar un paso fuera de lo marcado, de lo señalado, de lo decidido de antemano. Salir es volverse loco, es dejar de ser lo que se es -¿sirve para algo ser lo que se es cuando no se es nada?-, es quedar desnudo, roto, apartado. Cortázar se interroga y nos interroga de nuevo sobre los límites, lo que nos espera un paso más allá de

Julio Cortázar: En nombre de Boby

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       El método Cortázar aparece aquí pleno: el relato es pura sugerencia, puro mostrar ocultando lo esencial, pura atmósfera. Algo así como el sistema Hemingway: la mayor parte queda bajo la superficie, y solo vemos lo que puede contarse y puede verse, que en verdad no es lo esencial, no es lo decisivo. El método Cortázar exige que el lector participe, añada sus conocimientos, sus ideas, sus emociones. Si Cortázar lo contara todo, no habría magia ni más emoción que una: la que él nos indicara que deberíamos sentir, para lo que el tono, las palabras y el estilo de las frases actuarían abriendo una dirección y cerrando todas las demás.     Cabe añadir que en este relato, como en muchos otros, no hay un claro elemento fantástico, una inmersión o caída o sobrevuelo por otro mundo, otra realidad mostrada en bruto: así, Cortázar, con su método sustractivo, no miente, no inventa lo que acaso descalificaríamos de un plumazo por ingenuo, demasiado transparente, insensato o excesiva

Leer a Cortázar

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     Porque un día, con cuarenta y seis años, piensas que nunca has leído a Cortázar sino de una manera únicamente literaria, embrujándote con las palabras, los ritmos, las invenciones, pero acaso es el momento de leerlo como lees a Dostoievski, a Camus, a Sartre, a Sábato, a Böll, a Moravia, a Baroja, a Marsé, o sea, creyendo en lo que se te dice, atisbando en los contenidos, tras las escenas, al fondo de los pensamientos de los personajes, y acompañando a estos, siendo su cómplice y no solo un observador. Leer a Cortázar como lees a esos autores con los que meditas sobre el mundo, porque el mundo no es solo esto fácilmente visible, esta costumbre de madrugada seca y medianoche de obligado sueño, este camino de una sola vía, de una sola explicación, de una sola dimensión. No leer a Cortázar como hace años, disfrutando pero desdeñoso con esa realidad otra, distanciado porque Cortázar es para cuando tienes 20 años, porque Cortázar es juego y distracción: leer a Cortázar como l