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J. R. R. Tolkien: El Señor de los anillos

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     En una lectura actual y adulta de El Señor de los anillos cabe destacar la atención y cuidado que Tolkien dedica a la naturaleza, que es primordial en el libro y en las peripecias que viven los personajes protagonistas. El narrador se fija constantemente en los cielos y en la tierra, en los campos y en las montañas, y no lo hace solo cuando es decisivo en la trama sino en todo momento, realzando el valor que su autor otorga a la vida al aire libre, donde la vista no se cansa y donde los animales y la lluvia y los susurros del viento acompañan y elevan o hacen declinar el ánimo de los personajes. No sorprende demasiado, quizá, al estar ambientada la novela en una época muy pretérita, pero sí constituye una sorpresa muy agradable que Tolkien se valga de tantas imágenes y comparaciones originales, que no se repita casi nunca en una historia de más de mil páginas y que haya una delicadeza extrema en las palabras elegidas, hasta el punto de que no me parece descabellado pensar en una

José María Merino: La noche más larga

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  Quizá todas las historias han sido contadas ya, y los escritores solo vuelven a ellas para otorgarles variantes, nuevos nombres, otros escenarios. Es muy posible. Pero lo que distingue a los escritores normales de los escritores magistrales es que estos, además, suman emoción genuina y elaboración personal, eso que se llama también estilo y estructura. En estas lides, pocos han avanzado tanto como José María Merino, el mejor escritor vivo de que disponemos en la actualidad en nuestro país, maestro del relato y de la novela que tiene en su haber nada menos que un libro inmortal como La orilla oscura . Pues bien, como ocurre con los maestros únicamente, vuelves a leerlos o lees algo nuevo de ellos y se refrenda la opinión, se ratifica su deslumbrante genialidad, y eso me ocurre con un relato llamado La noche más larga , hito del cuento fantástico en nuestra lengua, tan perfecto y con tanta sensibilidad de la buena, de la que no escarba ni altera solo momentáneamente sino con efectos in

Jacques Vallée: Emisarios del engaño

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     Hay libros que interpelan al pasado y libros que interpelan al futuro. Emisarios del engaño interpeló al futuro y, por tanto, a los que ahora vivimos (fue publicado en 1979) en él; y me temo que interpela a los que vivan en otro futuro que vendrá después de nosotros, porque no hemos sido aún capaces de hallar respuestas ni consensos sobre los temas que nos planteaba. No sabemos qué son los ovnis y no sabemos quién son los emisarios del engaño. Tremendo. La primera cuestión tiene teorías que pueden ser acertadas o locas, pero carecemos de respuestas unificadoras (aunque la labor de José Antonio Caravaca es de las más útiles y merece ser tenida seriamente en cuenta, pues su Distorsión es una vía en la que hay lógica y tendencia a una alcance global y homogéneo) porque los enfoques siguen en muchos casos anclados en lo anecdótico y lo llamativo tan solo, por un lado, y en la ignorancia y el desprecio, por otro. No hay científicos, que sepamos, atacando seriamente el problema, finan

José Antonio Caravaca: Distorsión

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Este libro no lo explica todo. Ningún libro sobre el tema podría explicarlo todo. Se necesitaría seguramente una enciclopedia, pues hay tantos testimonios, tanta variedad en la casuística ovni que no creo posible meter en un solo volumen una explicación a un fenómeno cuyo nacimiento acaso se remonte al momento del inicio de la con(s)ciencia del ser humano, o incluso a mucho antes. Pero sí plantea este libro una teoría que se vale de un gran número de casos estudiados y de un enfoque unitario y atrevido que lo convierten en una rara avis, en un trabajo absolutamente imprescindible aquí y ahora, te guste el tema de los ovnis o pases de él tajantemente, pues en la última página del volumen se llega a conclusiones que nos afectan a todos. José Antonio Caravaca se ha convertido en el estudioso de los ovnis de referencia en España, en el más concienzudo, perseverante, razonador, valiente y atrevido de todos los investigadores  de la actualidad (lo afirmo sabiendo de qué hablo, creo, ya que d

David Monteagudo: Fin

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       No abunda este tipo de obra en nuestra narrativa y por eso siempre me parece que es una buena noticia encontrar una novela que no se conforma con lo ya visto y explora en espacios poco usuales, en las fronteras de lo fantástico. Que además esto se haga con una prosa de gran calidad convierte al texto en algo muy digno de mención. Es este el caso, sin duda, porque David Monteagudo se vale de un estilo que ya conocemos pero del que se adueña con solvencia y con inteligencia hasta volverlo suyo, nada impostado, fluyente con un ritmo de gran escritor que nunca desfallece pese a la extensión de la novela. Se perciben los ecos y los aciertos de Juan García Hortelano -magnífico escritor que posee una o dos novelas esenciales de entre todas las publicadas el pasado siglo- y de Rafael Sánchez Ferlosio, de los que es deudor el punto de vista y el recorrido visual que el narrador va presentando, pero Monteagudo no se desliza hacia el territorio de la posmodernidad para absorber

Julio Cortázar: El ídolo de las Cícladas

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       El mejor Cortázar, el que sugiere que existen otros mundos, otros hechos, otras sensaciones que a veces pueden dominarnos, o cambiarnos, o completarnos: porque ¿quién sabe verdaderamente cómo es, qué lo mueve en verdad, qué representan en profundidad sus sueños? Los mejores relatos de Cortázar acercan a lo que no se ha dicho o no puede decirse, no se atina a decir con palabras: de ahí la importancia de las imágenes, de las acciones definitivas, de los trastornos temporales.    Es muy difícil adelantarse al final de este relato, prever o intuir, porque también la absoluta libertad imaginativa de Cortázar se adueña de él, lo deja ser completamente libre, tener un mundo propio en el que el autor es un medio, solo un catalizador. Relato perfecto, en extensión, también, porque con tres escenas lo cuenta todo, crea un mundo al que volver en el recuerdo cuando se quiera, igual que se vuelve a un sueño que nunca acaba de tener una explicación precisa, fijadora. Relato maestro

Julio Cortázar: Reunión con un círculo rojo

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     Y sin embargo me parece que este relato es solo un juego, una exposición de virtuosismo que, como la del jugador en una banda y alejado de la portería contraria, innecesaria. Porque hay un gran acierto en la voz narradora, pero la sorpresa final es floja, tiene algo de impacto gratuito, de giro de autor de categoría inferior a la de nuestro querido Cortázar. Relato más para hacer ejercicio de dedos, ejercicio de planear solo mentalmente, supongo que está donde está porque Cortázar amaba el juego, amaba a veces el escorzo filigranero, la burla rápida, y esta vez no quiso ir más allá.