Julio Cortázar: El ídolo de las Cícladas

   


   El mejor Cortázar, el que sugiere que existen otros mundos, otros hechos, otras sensaciones que a veces pueden dominarnos, o cambiarnos, o completarnos: porque ¿quién sabe verdaderamente cómo es, qué lo mueve en verdad, qué representan en profundidad sus sueños? Los mejores relatos de Cortázar acercan a lo que no se ha dicho o no puede decirse, no se atina a decir con palabras: de ahí la importancia de las imágenes, de las acciones definitivas, de los trastornos temporales. 
  Es muy difícil adelantarse al final de este relato, prever o intuir, porque también la absoluta libertad imaginativa de Cortázar se adueña de él, lo deja ser completamente libre, tener un mundo propio en el que el autor es un medio, solo un catalizador. Relato perfecto, en extensión, también, porque con tres escenas lo cuenta todo, crea un mundo al que volver en el recuerdo cuando se quiera, igual que se vuelve a un sueño que nunca acaba de tener una explicación precisa, fijadora. Relato maestro del maestro Cortázar que cuando canaliza tan bien no tiene parangón posible. 
  ¿Habrá objetos con poder propio, habrá tiempos que nunca acaban, habrá actos que se repiten en los hombres a lo largo de los siglos usando a los hombres, valiéndose de ellos para cumplirse? Aquí hay pistas cortazarianas absolutamente impagables.  

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