J. R. R. Tolkien: El Señor de los anillos
En una lectura actual y adulta de El Señor de los anillos cabe destacar la atención y cuidado que Tolkien dedica a la naturaleza, que es primordial en el libro y en las peripecias que viven los personajes protagonistas. El narrador se fija constantemente en los cielos y en la tierra, en los campos y en las montañas, y no lo hace solo cuando es decisivo en la trama sino en todo momento, realzando el valor que su autor otorga a la vida al aire libre, donde la vista no se cansa y donde los animales y la lluvia y los susurros del viento acompañan y elevan o hacen declinar el ánimo de los personajes. No sorprende demasiado, quizá, al estar ambientada la novela en una época muy pretérita, pero sí constituye una sorpresa muy agradable que Tolkien se valga de tantas imágenes y comparaciones originales, que no se repita casi nunca en una historia de más de mil páginas y que haya una delicadeza extrema en las palabras elegidas, hasta el punto de que no me parece descabellado pensar en una