Némesis, de Isaac Asimov




A Asimov le gustaba mucho la historia, estudió con detenimiento lo que ocurrió en Roma y supo sacar abundante provecho. Su magna obra, Fundación, le debe mucho a Roma y a los antiguos romanos. También esta Némesis, en la que se nos cuenta la huida de unos humanos del sistema solar para ir en busca de un lugar donde crecer y multiplicarse solos. Viajan a bordo de una gran nave, un Establecimiento, en el cual tienen todo lo que necesitan para vivir. Pero han cometido estos fugitivos dos errores imperdonables: guardarse para sí un descubrimiento esencial con que viajar cubriendo grandes distancias en tiempos más reducidos y no comunicar a la Tierra que una estrella, Némesis, algún día se acercará y destruirá la vida en nuestro sistema.
Asimov  alterna la narración de lo que ocurre en el Establecimiento, llamado Rotor, con lo que está pasando en la Tierra, e inserta un hábil mecanismo de emociones mediante unos personajes emparentados entre sí que se añoran y están ineludiblemente destinados a reencontrarse. Un padre, una madre, una hija, un amigo enamorado de la madre. Los sentimientos no suelen faltar en las novelas de Asimov, son un elemento que cuidaba el viejo maestro, y aunque los presenta de manera un poco restrictiva, acaso superficial, no puede negarse que son un ingrediente efectivo y sincero en sus manos, no el producto de un hábil artesano, sino una imagen de un mundo en el que el amor, el compañerismo, la libertad y el afecto eran conceptos puros: lo que se llamaba la vieja ciencia ficción, de la que siempre se ha dicho que Asimov era el mejor y más genuino representante. Una literatura apta para todos los públicos, no fácil sino transparente, con tanta imaginación de la buena dentro que uno nunca acaba de sorprenderse gratamente. 
En Némesis hay de nuevo una develación de las relaciones de poder, diálogos que vertebran la trama y la solidifican, humor digamos sano del que no carecía nunca el viejo Asimov. También una frecuente utilización del lenguaje analítica pero también muy literaria, con el uso de adjetivos junto a sustantivos muy luminosa, que procurará deleite al buen lector. Y también un personaje muy recordable: el de una muchacha que tiene poca belleza y un cerebro prodigioso que la llevará a poder entablar contacto con una entidad no humana que es, al final, el núcleo y el sostén de todo lo que se cuenta e importa en última instancia en esta buena novela. Porque ayuda a ampliar conceptos, a replantearse temas, a no dejar de tener esperanzas en que el ser humano saldrá de sus limitaciones e irá más allá de sus cárceles mentales autoimpuestas. Superando desavenencias, superando los designios de los megalómanos. 


Frases de la novela: (en traducción de Manuel Vázquez):

Mis ojos han envejecido a la par que tu cuerpo.
Te ruego que no te prepares para lo cierto, sino para lo problable.
Había un su rostro una melancolía permanente que daba una falsa impresión de su carácter.

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