Julio Cortázar: Lugar llamado Kindberg




   Empiezo por lo peor: el final demasiado dramático, excesivo, forzado y demasiado tirado a lo simbólico (http://www.abretelibro.com/foro/viewtopic.php?f=5&t=40795), innecesario y que deja un regusto a insistencia sobrecargada, algo poco propio de Cortázar, del mejor Cortázar que sugiere y sugiere, que indica pero no subraya, no deja abierta una sola vía. Y continúo alabando la libertad creativa, la amalgama gloriosa en que los diáloogos, los pensamientos, los deseos, lo real y lo imaginado, todas las personas posibles de la narración son un buque que avanza imparable, un armazón continuo e indestructible, una sola y milagrosa cosa que es sólida y liviana a la vez, densa y maleable, dura y blanda y extensa y recogida como una caricia en un rostro amado y cercano. Cortázar buscó los límites para desafiarlos, para entregarles un grito como a un abismo y un desarrollo y una pureza intocada y lo consiguió casi siempre, pudo presumir de un acierto inigualado, de una verdad poderosa y sabia que nunca se alzaba como verdad sino como susurro y oleaje en la superficie de los ojos y en el fondo de la mente, y con Lugar llamado Kindberg contribuyó con más palabras y menos ideas, ganándonos suave y rompiéndonos con un golpe final equivocado que merece mirar hacia atrás y ver lo logrado y luego rápido hacia delante. 

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