Cristina Fernández Cubas: La habitación de Nona

 


   No busca la autora la sorpresa que haga del relato algo redondo y brillante, pues esa es la parte más superficial de la historia, sino que nos planteemos qué es la identidad: la literatura seria y valiosa siempre va más allá de las apariencias y busca quedarse en la mente del lector superando el artificio de la letra impresa y de los giros inesperados, las soluciones poderosas y que podrían parecer vanas. Si ya el libro empieza con una frase inmortal de Albert Einstein -La realidad es simplemente una ilusión, aunque muy persistente-, lo que es un aviso de calado colosal para quien mantenga los ojos sabiamente abiertos, lo que viene a continuación, añadido por Cristina Fernández Cubas, no puede ser una añagaza sino un digno envite. A fe que lo es: la importancia de un relato -o novela, guión, lo que sea- a estas alturas no está tan solo en la validez literaria, la palabra justa o el tono conseguido, sino en ir más allá, como demandaban -en estas lides - Poe, Cortázar, Borges y otros, en indagar en los resquicios. Así visto, el relato invita a un momento de reflexión sobre lo conocido y dado por cierto y a un rato de terror íntimo cuando -la gran virtud que procuran las mejores obras-, merced a la más limpia empatía, somos un rato la persona que narra y sufre. ¿Qué es la identidad? ¿Somos uno solo? ¿Cuántos nos habitan? Permitidme pensar que somos mil voces que nos hablan y que casi siempre se entienden y conjugan en una sola persona, en una sola identidad. Es casi una hazaña, un prodigio que haya una conjunción vital que empuja en una sola dirección. La habitación de Nona es un acercamiento a este tema fascinante, un fragmento como de espejo roto que refleja muy bien lo que se ve detrás de quien busca su reflejo. Un grito roto que cae hacia el fondo de una garganta muda que hablará después, cuando nadie escucha. O cuando todos escuchan. 

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