Chronicle, de Josh Trank




Esta es la película más adulta -¿la única?- de superhéroes que he visto, la más realista, la menos simple y menos propensa a resolverlo todo con escenas de acción adrenalínicas, a la postre gratuitas. Es como si le hubieran dado un guión normalucho a un gran escritor y le hubieran dicho: Haz lo que te dé la gana con él. Y lo que vemos en la pantalla es un filme libre, con apuntes psicoanáliticos, con rabia y mucha, mucha contundencia dentro. El planteamiento es estupendo: unos adolescentes -poco más jóvenes que Peter Parker- adquieren unos superpoderes por casualidad y en ningún momento se plantean ponerlos a disposición del bien, de los necesitados, de los humillados ni los vencidos. Algo lógico, porque son unos adolescentes del siglo XXI. Traviesos, juguetones, hedonistas, se dedican a pasárselo bien, a experimentar, a descubrir, a gozar volando, moviendo cosas con la mente, viendo desde muy arriba el mundo por el que hasta hace poco han estado arrastrándose. Hasta que el exceso de poder debilita a uno de ellos moralmente, lo corrompe, lo eleva para ser aún más narcisista y sufriente. Y entonces aparece la destrucción, los superpoderes son un arma mortal, algo quizá no deseable y cercano más a la maldición que a la buena fortuna. 
Rodada mediante cámaras dentro de la cámara, contada por el ojo de cámaras con las que graban los protagonistas de la historia, recurso que nos lleva a no distanciarnos jamás de la sensación de que estamos viendo una película, un cuento de ficción, y con unos actores que se desenvuelven libres y naturales ante los ojos que los observan, me parece que Chronicle es una de las películas fantásticas más recomendables de la temporada y ocupará seguro un espacio en la memoria del aficionado porque cuenta algo diferente, atrevido y sin apenas ataduras comerciales. 

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