Ebooks




El libro electrónico ha llegado parea quedarse. Como la fotografía digital. Decían los viejos fotógrafos, los jóvenes amantes del papel que pasarían muchos años antes de que lo digital se convirtiera en soberano. Todos renegábamos. Y alguien dijo: ¿qué le importará a un muchacho que nazca dentro de cien años si la foto fue tomada con una cámara de un tipo o de otro? Lo importante es el contenido. Y acertó. 
No desaparecerán los libros de papel. Quedarán como recuerdo, para coleccionistas y para amantes de algo que existió. Los muchachos leen en pantallas, los blogs están pensados para ser leídos en pantallas, cada vez más autores publican sin intermediarios -sin editoriales de por medio-, la cultura ya no es tan vertical como querían que fuese los que ocupan el poder, los que quieren siempre ser los sancionadores de lo bueno y de lo malo. No poseo ningún ningún lector de libros electrónicos, no me gusta tener que darle a un botoncito para pasar a la siguiente página, temo que de cuando en cuando se produzca algún bloqueo, pero no dejo de valorar que con uno de estos aparatitos puedes elegir el tamaño de la letra, llevar toda la obra de un autor en sus tripas, sujetarlo en un atril y dejar que descansen las manos algo agarrotadas por la edad y las cervicales machacadas por el uso y abuso. Todo es cuestión de acostumbrarse. 
Por supuesto, no han contribuido con movimientos adecuados los editores: en plena crisis no pueden valer los libros en torno a veinte euros. Cultura cara, muy cara es eso. Y tampoco la edición electrónica debe costar apenas la mitad que la edición en papel. No es ese el camino. Eso anima a la piratería, la azuza, la envalentona. Y, para algunos, casi la justifica. Se repite la historia del cedé, aunque haya quien diga que la descarga de un libro no es lo mismo que la descarga de un disco, pues este es casi exacto al que obtienes tras la compra física en un establecimiento y un libro en papel no es lo mismo que un archivo en formato epub. Porque quien busca leer y no dispone de dinero, como les ocurre a muchos de los que piratean discos, simplemente se conformará. Leerá y a otra cosa, pues además en nuestra sociedad hipercapitalista poco espacio queda para lo que no sea usar y tirar. 
Quizá algunos autores que viven de publicar libros clamen al cielo, defiendan la cultura con la boca muy abierta, teman justificadamente por el cataclismo que se avecina: no habrá manera de vivir con los ingresos de los libros editados. Algo así ha aducido ya una conocida escritora recientemente. Espero que no se enfrenten a los que les leen mediante la copia pirata. Espero que no cometan ese error. Espero que acudan al gobierno de la sensatez y encuentren soluciones válidas como las que otros han puesto ya en práctica, con precios económicos, incitadores: es el caso de la iniciativa de Lorenzo Silva, que aplaudo. El escritor necesita al lector. Deseo que lo vea siempre como un aliado. 


Imagen: Papyre 6.1, de Grammata

Entradas populares de este blog

Julio Cortázar: Cambio de luces

Julio Cortázar: Silvia

Julio Cortázar: Orientación de los gatos