José María Merino: Cuentos del Barrio del Refugio




Estos relatos son variaciones sobre temas ya conocidos, en ellos no hay ninguna melodía nueva, y sin embargo su creación es profunda y revitalizadora, obra de una mano sincera y a ratos maestra, debido quizá al amor acendrado por la materia con que trabaja José María Merino, a su pasión dignificadora y contagiosa por una literatura de misterio y fantasía que en no demasiadas manos ha dado frutos serios y dignos de estudio. No en vano, Merino es académico y su libros son altamente valorados por la crítica y por los que bucean en el origen y el significado de algunas selectas narraciones. Contribuye sin duda el estilo transparente, de largo aliento y ejemplar nitidez de que se vale el escritor, su prosa de amplios recursos y vocabulario proteico, la intención siempre clara de no empantanar ni hipnotizar con las palabras, sino con el todo resultante de cada historia. Tiene actualmente José María Merino la consideración de los grandes - desde la publicación de esa obra maestra que sin ninguna duda es La orilla oscura- y eso beneficia a una manera de acercarse a asuntos y de contar historias mediante el suspense, la visita al lado menos claro de las cosas, el acercamiento a los terrenos de las ficciones de terror o ciencia ficción que ya no pueden ser considerados cotos menores, secreciones espurias, divertimentos para simples soñadores y ociosos. La presencia de Merino en nuestras letras es un bien impagable.
Estos "Cuentos del Barrio del Refugio" llevan dentro varias piezas de gran valía, como "Bifurcaciones" y "Tertulia", creados con lo que en la novela negra llamaba Vázquez Montalbán materiales de derribo. Porque Merino actúa acercándose a lo más trillado, a lo más tópico, para remontar las pendientes inyectándoles a sus relatos unas estructuras que son miradas perfectas y puntos de vista gloriosos, unos personajes con peso -no son fantasmas que aparecen y se van cuando acabas de leer un relato-, un humor sobresaliente y siempre medidísimo para no desembocar nunca en la parodia ni en el chiste, una sentimentalidad enaltecedora y jamás mercantilista en la que la infancia y el amor son billetes para viajar a lugares donde cualquiera puede reconocerse, reconocer y ser reconocido.  Atados a un espacio muy concreto, a unos seres yo diría que también de una época muy concreta, en la que quedan restos de un pasado que desaparece a marchas forzadas, los cuentos del libro se atreven con los muertos que no se van del todo, con las nueras molestas a las que las madres posesivas quisieran ver muertas, con las leyendas urbanas, con las casas oscuras, incluso con los universos paralelos. Y no son una visión particular y muy subjetiva de un autor enrachado u obsesivo, sino miradas naturales  a lo que no siempre quiere observarse, miradas heridas por la melancolía pero no por el deseo de la fábula desatada, con lo que al final del libro uno tiene la sensación de haber ensanchado y vigorizado no solo lo que admira, sino también lo que de alguna forma había descartado por vivir en un mundo de tantas luces artificiales y tanta inteligencia yerma.


Frases del libro:

Seguramente la literatura es la parte ordenada y clara de la locura, la parte que cuando consigue integrar el lado disgregador y oscuro, lo hace prevalecer convertido en energía fructífera.

El sonido de la lluvia solía ponerle a doña Paloma el ánimo a la vez sereno y melancólico.

Descubría en todos sus sentidos y miembros la llegada de la serenidad como un calor grato.

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