Julio Cortázar: Las ménades

 


   Leyendo este relato me acuerdo de un libro que tuve hace muchos años en cuyo título había una pregunta infrecuente: ¿es Julio Cortázar un surrealista? Quizá sí, al menos a ratos, si pensamos en lo incomprensible de algunos cuentos, de algunos personajes; en lo caricaturesco que resulta el capítulo del tablón en Rayuela; en el enfoque elusivo y de clave cerrada que se da en ciertos momentos de algunos cuentos que no pueden ser entendidos a la primera, con lo que se muestra a simple vista. Acaso este cuento sea uno de los más surrealistas de Cortázar, de los menos conseguidos también, porque incluso la voz narradora no acaba de convencerme: detesto el tono frío y algo suficiente desde una modestia con humor demasiado soberbio también. Como con un determinado Valle-Inclán, reconozco mi incapacidad para creerme la verdad de las sombras y de los dibujos grotescos, algo que no me ocurre en cambio con el Martín-Santos de Tiempo de silencio, libro al que no le falta burla ni humor ni distorsión precisamente. Quizá el fallo viene del comienzo del relato, con ese distanciamiento hacia el maestro del narrador, que ya me aparta de lo que viene después, pues no me sorprende ni me golpea ni me produce ninguna emoción y me distancia de cuanto se narra.


   (Caben otras interpretaciones, más sesudas y seguramente más acertadas, como esta. )

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